#ReseñaM360: Incubus, maestros de ceremonia

Por Macarena Carrasco @maca_carrasco | Miércoles, 27 de Septiembre de 2017
#ReseñaM360: Incubus, maestros de ceremonia

El reloj marcaba las 21:00 horas y puntualmente las luces del Movistar Arena se apagaron para dar paso a una ola de gritos y caras expectantes. Entre camisas cuadrillé, varios jockeys y polerones negros, los aplausos estruendosos dieron inicio a la función de esta noche.


Ahí, sobre el escenario que los recibió por primera vez con un concierto doble en octubre del año 2007,  hacían su entrada Brandon, Mike, José, DJ Kilmore y Ben, una vez más para presentarse frente a un público que a esta altura ya los considera de la casa.

 

Y es que aunque esta es la cuarta vez que la banda californiana Incubus se presenta en nuestro país, el concierto que brindaron la noche de este 26 de septiembre es el sexto que interpretan en Chile, y se nota. La calidez del público que llenaba prácticamente a totalidad el recinto tiene un aire que huele fuerte a complicidad entre cada uno de los asistentes y los integrantes de la banda.

 

‘Love in a Time of Surveillance’, single de su recién lanzado disco 8 (2017), da el inicio a un setlist de 21 canciones donde la banda no sólo se encargó de mostrar algunos sencillos de su octava placa –la cual fue producida por Skrillex- si no que también se dio el tiempo de repasar los clásicos de siempre, esos que el Arena corea al unísono de principio a fin.

 

Si algo queda claro esta noche ante todos los presentes, es el hecho de que Incubus es una banda que ha sabido mantenerse vigente y consecuente durante los años, algo que no solo se deja entrever en sus letras y la composición de sus canciones, sino que también entre ellos como un solo engranaje.

‘Warning’, ‘Nimble Bastard’, ‘Anna Molly’ y ‘Glitterbomb’ son algunas de las canciones que revientan a coros el recinto con capacidad para 15.000 expectadores, el cual lleno hasta el techo retumba ante la euforia de sus asistentes y los acordes impecables de la banda.

 

La voz de su líder Brandon Boyd parece que no envejece, al igual que él. Aunque llega con un mechón con canas, y un cuerpo notablemente más estilizado que en otras visitas,  parece que los años no pasaran por él o quiénes lo acompañan.  Boyd se da el lujo junto a sus compañeros de musicalizar el clásico “Ohhh, ohhh, ohhh…” de la fanaticada chilena, de decir un “Gracias” cada vez que termina una canción, e incluso de sacarse la polera y caminar con su ya clásica colita después de una hora de concierto. Actitud de maestro de ceremonia le sobra, y el Movistar cae rendido ante sus encantos.

 

I love you guys, I really f*cking love you” (Los amo chicos, de verdad los recontra amo), grita notablemente emocionado para interrumpir un momento de silencio luego de interpretar ‘Are you in?’ y previo a comenzar ‘Stellar’. Aunque esta familiarizado frente a la audiencia chilena, no deja de emocionarse -e incluso verse nervioso- como la primera vez.

 

Así siguió la lista de clásicos, mezclados entre canciones de sus más recientes placas. El sonido de Incubus se siente cómodo, maduro, empático y cohesionado. Se dan los lujos de jugar con las mezclas, las guitarras y los bajos, de tocar intros más largas de lo normal, u outros que te transportan. Incluso de cerrar ‘Wish you Were Here’ con un coro de la canción del mismo nombre de la banda Pink Floyd.Aunque el oído experto podría no estar de acuerdo, esta noche casi pareciera que no hay una diferencia sustancial entre la influencia funk que tenía el Fungus Amongus (1995) y las guitarras que dominan en 8 (2017). La banda es la misma, la magia es la misma, la energía es potente y el público cae rendido tras cada interpretación. Aquí hay espacio para todo tipo de canciones y gustos.

 

‘Drive’ sería la elegida para cerrar el setlist momentaneamente, segundos antes de que el público pidiera un último tema con el gesto de encender las linternas de sus celulares. Así, ante un Movistar que se sentía más íntimo que nunca, la función cerró ,como ya es casi tradición, con ‘Aqueous Transmission’.

 

El recinto se cae en aplausos, las baquetas de Pasillas caen sobre las manos de algún afortunado u afortunada que ganó sobre las cabezas de una cancha llena. La banda sonríe y se despide luego de sacarse una foto para retratar aquel momento. Brandon Boyd mira visiblemente emocionado a la audiencia, para luego tomar la bandera chilena y moverla en círculos sobre su cabeza antes de salir del escenario y echar un último vistazo.

Será hasta la próxima.

Fotos: Carlos Müller.

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