[COLUMNA] María José Figueroa: El hombre semen o el tiempo en un pueblo sin hombres

Por María José Figueroa | Viernes, 23 de Junio de 2017
[COLUMNA] María José Figueroa: El hombre semen o el tiempo en un pueblo sin hombres

Hay pasajes de la historia humana que parecieran no ser ciertos. Solo entonces somos capaces de entender que las fantasías, los sueños o pesadillas y la ficción tienen un asidero en lo real pues son posibles. La historia que Violette Ailhaud dejó en herencia, El hombre semen (Edicola, 2015), es una muestra de esos momentos en que la realidad se puso a divagar.

La vida en el pueblo era triste, la falta de hombres se sentía.

Violette Ailhaud nació en 1835 en Volx, en la Provenza francesa. Era una aldea poco accesible, donde en 1962 vivían solo 1.334 personas y muchísimas menos en 1852, año de los hechos. Ahí, se levantó y organizó la escasa resistencia a la dictadura de Napoleón III, que como en todo conflicto, arrastró a los hombres al campo de batalla dejando a las mujeres y a los niños en el desamparo. En este caso, los años pasaron y el contingente de hombres jamás regresó.

En ese contexto, se formó un pacto entre las mujeres de la aldea para compartir al primer hombre que entrara en el pueblo. Los años pasaron, junto con las cosechas y el crecimiento de los niños que habían quedado. De los corazones destrozados y cuerpos desolados de esas mujeres nace la vibrante expresión de Violette. Con una narración romántica, vuelca sus frustraciones poética y exquisitamente en apenas 45 páginas. Sentimos su dolor, su desesperanza y el lánguido paso del tiempo por las baldosas de la cocina.

"Desde hace dos años, grito mi rebeldía de mujer saqueada por el secuestro de su prometido, en el momento en que haría de ella una mujer y una madre. Sangro en cada luna, del vientre demasiado y del corazón constantemente". Las mujeres, paralizadas ante la llegada de un viajero solitario, cumplen su pacto y le comparten. Con él, las fuerzas de la naturaleza se restauran y hacen descubrir en Violette la versatilidad de un hombre: manos fuertes para el trabajo, manos suaves para las caricias. El Juan deja hijos con varias, aunque declara que su mujer es una sola.

Que Violette escribiera El hombre semen, o más bien, sus memorias, no es un hecho fortuito o vanidoso. Su aldea nuevamente sufrió la pérdida hombres con la devastación de la Primera Guerra Mundial. Esta sería la inspiración final de Violette. La imagino con su mano temblorosa en su aldea azotada por el viento, narrando en primera persona la angustia por la pérdida de la semilla y las responsabilidades de alimentar al campo y a los hijos. Campos fértiles, azotados por una sequía salvaje, tremenda. De principio a fin este libro riega la memoria de esa desolación con una poesía profunda y conmovedora.

El hombre semen es una herencia y está dedicado a la memoria. Violette lo escribió a los 84 años y lo dejó sellado, señalando que el sobre solo podría abrirse en 1952 por un miembro de su familia, mujer y que tuviera entre 15 y 30 años. Yvelyne recibió el sobre y se hizo cargo de esta novela testimonio. Un libro para ser leído en voz alta y para guardar bajo la piel como una joya.

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