[COLUMNA] Ignacia Uribe: 'Travelholic', o por qué viajo

Por Ignacia Uribe @ignaciauribe | Jueves, 13 de Abril de 2017
[COLUMNA] Ignacia Uribe: 'Travelholic', o por qué viajo

Todos tenemos nuestros vicios. Para algunos es el alcohol o las drogas, para otros los conciertos o apostar en el casino. Para mí, desde muy chica, son los viajes. A la playa el fin de semana o a recorrer el Sudamérica mochila al hombro, dependiendo de mi humor, y de mi situación laboral y amorosa. Pero lo único que es seguro es que apenas puedo y constantemente, agarro mis cosas y me mando a cambiar a alguna parte, sola o acompañada. No podría vivir de otra forma, y espero no tener que hacerlo.

La primera vez que viajé sola fuera de Chile sin ningún familiar, fue a los 13. Así, una niña de provincia con ideas fijas y gracias a mi mamá full 'apañadora' y busquilla, terminé en un campamento de verano en Noruega. Sólo que en Chile era invierno, claro. Creo que todo empezó unos años antes, cuando en una típica conversación en el auto mi mamá me transmitió una idea que me quedó grabada, quizás demasiado profundo:

-Lo mejor en lo que uno puede gastarse la plata son los viajes; lo que ves y aprendes en ellos nunca pierde valor, y nadie te lo podrá quitar -, me dijo sabiamente. En el fondo, era su propia versión de "lo comido y lo bailado...". Y yo, obediente como nunca, lo pongo en práctica hasta el día de hoy.


"¿Usted hace de diablo todos los años o va cambiando de personaje?", le pregunté... #latirana #tirana2016 #tirana #chile #latirana2016 #diabladas #virgendelcarmen #nortedechile #atacama #atacamadesert #desierto #desiertodeatacama #yellow #travel #travelholic

A los 25 ya había vivido en España y Nueva Zelanda; recorrido el Sudeste Asiático y Sudamérica por un par de meses; y llegado al número 50 en mi lista de países conquistados. Sí, porque conocer un nuevo país (o una nueva ciudad, playa o lugar) es precisamente una forma de conquistarlo. De hacerlo tuyo y de nadie más. Y quizás porque mi ambición no conoce límites, no puedo imaginarme pasar un año de mi vida sin conocer al menos un nuevo lugar.

Pero no sólo eso. También disfruto volviendo a los que ya conozco: a ese parque en Barcelona que quedaba tan cerca del estudio donde vivía, a ese restaurant en Nueva York donde la segunda vez que fui me encontré con Sean Penn, a esa heladería en Cartagena de Indias donde puedes bañar las paletas de helado en los sabores más exóticos. En resumen, no puedo imaginarme mucho tiempo en la misma ciudad, con la misma gente, sin la válvula de escape de ver, sentir y probar otras caras, otros colores, otros sabores y otros olores.

El año pasado, después de haber estado obsesionada por muchos años, fui a Egipto. Me gusta la Historia, pero no soy una súper fan, así que mi obsesión era media rara; sí, quería conocer las pirámides y llegar a la cuna de la civilización del Nilo, pero lo que más me importaba era "estar ahí". Todos me decían que no fuera, que era muy peligroso, etc, y al mismo tiempo yo no podía explicar por qué tenía tantas ganas de ir. Hasta que llegué y empecé a recordar. Mi memoria comenzó a funcionar de poco, y me hizo sentido: mis papás habían ido a Egipto hace 30 años (y nunca volvieron), cuando mi mamá estaba embarazada de mí. Mi primera casa estaba llena de recuerdos traídos de ese viaje: mapas, papiros, escarabajos negros de piedra y figuras de Tutankamón. Fueron las primeras cosas que vi y probablemente los primeros objetos con los que jugué, que luego con los años se fueron perdiendo en los cambios de casa, remodelaciones, etc.

Llevo un día aquí y ya estoy pensando en volver... ☀️👸🏼💛🐫✨ #egypt #pyramids #keops #giza #travel #gopro #goproegypt

Una publicación compartida de Ignacia Uribe R. (@ignaciauribe) el 8 de Jun de 2016 a la(s) 7:56 PDT

También recordé que entre los 14 y los 17, más o menos, usé todos los días un collar de plata con una cruz egipcia, que hoy no tengo idea dónde está. Me acuerdo de que lo usé en el colegio por años, pero no logro descifrar si cuando me fui a Santiago a la universidad aún lo tenía. No importa; llegando de ese viaje, y casi como el protagonista de "Memento", me tatué la cruz en el antebrazo izquierdo. Así no se me perderá más.


Hoy escribo estas líneas desde México, donde vivo desde principios de enero. Hace tiempo que dejé de contar los países que conozco, pero sé que son más de 60. Y mi mamá me dice todos los días que me echa de menos.

Etiquetas :