[COLUMNA] Constanza Del Rosario: ¿Tengo derecho a patear la perra?

Por Constanza Del Rosario @ConsdelRosario | Miércoles, 30 de Noviembre de 2016
[COLUMNA] Constanza Del Rosario: ¿Tengo derecho a patear la perra?

Hace no mucho tiempo, las redes sociales explotaron en comentarios críticos hacia un individuo que había sido captado por las cámaras de vigilancia de un edificio lanzando por los aires a una pequeña perra lazarilla y sacando a empujones fuera de un ascensor a la asesora del hogar que lo cuidaba. Ante la viralización del video y la presión pública, el imputado decidió defenderse ante las cámaras de televisión y explicar el porqué de su reacción; justificando, que su actuar, había sido un "acto de protección", ya que su hija que lo acompañaba en el ascensor, al ver al perro habría reaccionado con gritos de pánico (porque le tiene fobia a los canes). Sintiendo que el terror de su hija y la incomodidad que esto le producía, era justificación suficiente para reaccionar de ese modo con el perro y la mujer que lo traía.

En ese entonces y al escuchar aquellas declaraciones, me fue inevitable recordar a varios de mis pacientes que, al igual que el "lanzador de perros", sienten que las conductas que tienen con su pareja (por impulsivas, exagerada o contraproducente que sean) se justifican desde su estado emocional. Es decir, que cada vez que su pareja "los hace" sentirse mal o estén pasando por un estado emocional complicado, están en su justo derecho a "patear la perra" y reaccionar del modo que les plazca, más allá de las consecuencias que esto traiga.

Veamos algunos ejemplos...

Ella: Estoy cansada de que me grite por todo y que me falte el respeto. Ayer me trató pésimo porque no estuve a las 7.00 en punto en la puerta ¡Solo me tardé unos minutos!
El: ¿Cómo no voy a gritarle? si ya bastante tenía con los malos ratos del taco infernal en el que estuve metido para ir a buscarla, como para que más encima tenga que esperarla. ¿Cómo nunca puede estar lista a tiempo, si le aviso con una hora de antelación que voy en camino?

El: El problema es que si las cosas no son a su pinta, arde Troya. Como el domingo pasado, que me tiró las zapatillas de fútbol por la cabeza y me echó de la casa.
Ella: Sí, es cierto, lo eché de la casa y le tiré las zapatillas ¡Pero se lo merecía! Nuevamente me avisó de sus planes a último minuto, ¿y yo que monos pinto en su vida? (Llorando) No lo veo en toda la semana y pensé que el domingo compartiría todo el día conmigo ¡No sabes cuánto duele sentir que ama más al futbol y a su trabajo que a mí!

El: Tengo pánico de decirle lo que me molesta, imagínate que la última vez abrió la puerta del auto y amenazó con tirarse en plena autopista.
Ella: ¡Es que me tenía chata! No me dejaba hablar y sólo insistía en que le había coqueteado a Luis ¡Y yo no había hecho nada! Sus celos me agobian.

Si observamos todos estos ejemplos, quien se enoja, se entristece o se agobia tiene razones para sentirse así (el estrés del taco y las repetidas esperas; las desatensiones y desconsideraciones de la pareja; los celos y la insistencia) ¿Pero eso les da derecho a gritar o insultar; a lazar cosas o echar de la casa; a poner su vida en peligro o amenazar con atentar contra ésta?

Emoción y reacción son dos cosas distintas. La emoción es inevitable, la conducta es opcional. ¡¿Opcional?? Sí, opcional, ya que siempre antes de reaccionar hay un leve segundo de lucidez en el que podemos optar actuar o no la emoción, es decir, decidir si dejamos o no "salir los duendes del bosque". Ejemplo de ello es que todos nos enojaremos con nuestra pareja, pero no todos le pegaremos; todos pueden sentir resentimiento hacia quien le ha hecho bullying en el colegio, pero no todos optaran por agarrar un arma y vengarse; todos podemos sentirnos en algún momento de nuestra vida desperanzados, pero no todos optaremos por el suicidio.

Entonces, si todos somos capaces de sentir lo mismo, ¿por qué algunos se dan permiso para que se "le escapan los duendes del bosque" con su pareja y otros no? Porque algunos creen que sus reacciones son responsabilidad de otros y desde esta postura, se dejan llevar fácilmente por esa vocecita interior que les dice "estás en todo tu derecho, es su culpa que te sientas así ¡DALE "deja la cagá"!

El gran problema de guiarse por esa vocecita cizañera no se limita a las repercusiones que pueden tener en el otro y en la relación, sino que, al dejar "la cagá", el foco de conflicto se desvirtúa y lo que era una causa justa: la molestia por los retrasos, las desatenciones y los celos; pasan a segundo plano, al volverse la reacción desmedida el problema principal y la victima en agresor.

Mi consejo si se quiere mejorar la comunicación entre dos: opte por la razón y no por la fuerza; por tozuda que sea su pareja.



Foto: iStock

Etiquetas :