[COLUMNA] Matilde Le Blanc: Una noche en San Francisco...con un hombre desconocido

Por Matilde Le Blanc | Miércoles, 10 de Mayo de 2017
[COLUMNA] Matilde Le Blanc: Una noche en San Francisco...con un hombre desconocido

Terminaba una gira de trabajo y me quedaba la última noche en San Francisco, así comenzó el enunciado de mi día. Desperté esa mañana con ganas de comerme California, literalmente.

Cada vez que estoy de viajes algo se despierta en mí, una fuerza, una mujer que no tiene miedo, que es valiente, atrevida, esa fue la que salió esa mañana del hotel, lo último que me prometí antes de mirarme al espejo, es que ese día me perdería en San Francisco y que me volvería a encontrar cuando el sol volviera a salir, de hecho el decreto no fue nada más, ni nada menos que en un espejo de forma de sol, un buen augurio para mi día.

Salí, el día estaba exquisito, esa brisa de costa, muy al estilo San Pancho, era mi primera vez en San Francisco, pero me sentía como que conociera de memoria las calles, me fui directo a Market Street a hacer el shopping de rigor, a las tiendas que en Chile ya están, pero que siempre en el extranjero puedes encontrar más variedad y prendas exclusivas, y así me pasé gran parte de la mañana enriqueciendo mi clóset.

Yo tengo sangre japonesa, como la China Suárez, y esta carga genética yo creo que ha determinado mi intrínseco interés por los barrios asiáticos, cuando me acordé que me habían recomendado el soberbio suburbio chino en San Francisco, que por cierto es la segunda comunidad china más grande fuera de Asia.

Perderse en Chinatown es un abismo color rojo, con muchas ofertas, manifestaciones extrañas en las calles, incesante comercio, comida barata, y productos curiosos. Me gusta comprar cosas ridículas, inútiles, que después me tienen que obligar pensar en darle alguna utilidad. Entre vuelta y vuelta, entré a una tienda de polerones hechos a mano con los grandes íconos de la ciudad gay, California grizzly bear, el clásico osito californiano fue mi elección para un polerón rosado con CALI en animal print gris. Estaba en pleno proceso de selección de diseños, cuando un tipo exótico, como todo lo de Chinatown, me dice, "hey, blonde"... y sigue en inglés mal hablado... por qué no te sueltas el pelo y te regalo un jockey. Good deal, siempre me han gustado los regalos.

John era su nombre, y la tienda era de su familia israelí radicada en Estados Unidos, eso me enteré después de aceptar hacer un tour nocturno por una de las ciudades hot de América. Volvimos al hotel, en donde dejé las compras del día y nos fuimos. La noche se resumió en 7 bares y un restaurante, en la última estación, cuando ya tenía más de 5 Martinis en el cuerpo decidí darle un beso, pero de esos poco calculados, cuneteados y medios babeados, porque no tenía mucho equilibrio y muchas ganas de que esa noche no se terminara. Él respondió y me ayudó a darle un mejor final al primer de muchos más besos que vinieron esa noche. ¿A dónde vamos le pregunté?... Lo sorprendí, y no supo qué responder, por lo que respondí yo, a tu casa le dije. Está a 45 minutos al sur de la ciudad, me dijo... Llamé un Uber.

Llegamos a su casa y estaba toda la tienda en distintas funciones aún despiertos, ahí confirmé que la familia estaba reunida en el negocio y en la vida cotidiana. La clienta , o sea yo, se le alargó la compra. Mi amor de la noche me ofreció marihuana para relajarme, acepté. Sólo que olvidé que es mi afrodisiaco más perverso, igual se enteró.

Esa noche la tatué en mi piel, hicimos el amor compartiendo un cigarro y tomando wiskhy hasta las 6 de la mañana, hora que tuve que volver al hotel a buscar mis maletas, con una sonrisa estampada de esta aventura exquisita para no olvidar y el mejor relax para las 15 horas de viaje, back home.

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