[COLUMNA] Matilde Le Blanc: 14 de febrero sin Valentín

Por Matilde Le Blanc | Martes, 14 de Febrero de 2017
[COLUMNA] Matilde Le Blanc: 14 de febrero sin Valentín

El año tiene 12 días que son número 14, pero porqué duele tanto el que debiera ser uno de los más dulces, uno de los pocos 14 de sol, de verano, de Aperol, uno de los dos 14 más sabrosos del año. A alguien se le ocurrió que para un puñado de mujeres del mundo fuera uno de los días más infelices de su vida. Afortunadamente, no soy parte de ese grupo.

Desde el día en que descubrí que esta invención era una más de las 'yanqui celebration', se me pasó, y me cago de la risa con los globitos de corazón, los hombres de poto apretado que caminan apurados con un rosa, cajas caras y feas de chocolates, y todos esos clichés del día del amor.

Yo tengo rutinas especiales para cada día, pero el 14 de febrero es uno de los días más especiales para mí, porque celebro el amor a Matilde. Por ejemplo, hoy desperté y lo primero que hice fue decirme... "Ay preciosa, hay que levantarse... Ah sí? Y pensé... Quién dijo eso? Verdad, no hay jefe, no hay órdenes, no hay horarios... así que dije: regálate 30 minutos haciéndote rollito en la cama". Esos minutos mañaneros son mejor que nada, el tiempo corre más lento, cada parte del cuerpo se pone en su lugar y mi alma vuelve, después de haber viajado lejos en mis sueños, vuelve a mi cuerpo.

Me siento en la cama y, como mi kabbalah master me enseñó, pongo mi pie derecho en el suelo, me conecto, cierro los ojos y hago algo así como meditar, respiro hondo, lento y profundo, que se me eriza la piel, respiro que es casi como un suspiro, me miro al espejo y no puedo encontrarme más sexy al despertar, con esa cara de sueño, un hombro al descubierto y todo como más hinchado, eso hace que mi boca se vea a lo más Jolie y mis boobies a lo más Scarlette Johansson.

Amo despertar y saber que tengo un día más para vivir, para parchar las cagadas del día anterior y avanzar más lejos, porque así me enseñaron de chiquitita, que los sueños son castillos para habitar, no para admirar. Así que sí, en grande pienso desde mi cama, miro alrededor y trato de buscar algo de corazón y afin a este día de amor, y creo que yo soy lo más amoroso que tiene esta pieza y eso me da risa, me motiva. Voy a mi baño, que es mi segundo lugar favorito de mi casa, echo correr el agua y, muy a lo Madonna, le echo 2 kilos de hielo, que es el máximo que me atrevo a las 8 de la mañana. Me meto y me mentalizo en que tonifica, me gusta la idea de que con la fuerza mental pueda fortalezar mi piel, y al rato se me olvida el frío y pienso en lo que viene, mi momento adorado del día: el desayuno.

Por ahí a un genio se le ocurrió decir que es cuando tienes que alimentarte como Reina (y así es como lo hago), todo está permitido en el día de amor a Matilde. Desfilan en mi mesa un jugo natural de pomelo, unos macarrones, un té chai, y las infaltables tostadas con palta, porque si eres chileno y no te gusta la palta eres un 'freaky' que dan ganas de exiliar, pero yo que vengo recién llegando las adoro, las trato como pedazos de oro, y creo que este puede ser mi mejor regalo. Hasta que me acuerdo que hoy es mi día de amor, y no han pasado 2 horas, y me quedan aún 22 horas más de amar a Matilde. Quiero más días 14.... ¡Ah! ¡Verdad que aún quedan 10 más! Vamos por más días de amor propio, ¡Feliz día de Sin Valentín!

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