#AhoraSoyMamá: ¿Cuándo iniciar la alimentación complementaria?

Por Gabriela Ulloa @ahora.soy.mama | Martes, 5 de Septiembre de 2017
#AhoraSoyMamá: ¿Cuándo iniciar la alimentación complementaria?

Recuerdo el control médico de cuando mi hijo cumplió cinco meses. Él aún era tan chiquitito y amante de su pechuga, y el pediatra me comentó que debía comenzar a darle frutas cocidas para "preparar" su estómago y la alimentación complementaria que debería iniciar a los seis meses de edad. Recuerdo haber salido con muchas dudas que el doctor no pudo resolver o que no me dejaron conforme.

Fue así como me puse a investigar y entendí que, lamentablemente, los doctores adelantan el inicio de la comida complementaria a los cinco meses –en vez de los seis- para que las mamás podamos comenzar a darle estas comidas, ya que el postnatal se termina a los cinco meses y medio de nuestros hijos y, en gran parte de los casos, las mamá vuelven a sus trabajos y los niños quedan en casa al cuidado de otro adulto o son llevados a la sala cuna.

Como yo había organizado y extendido el periodo de postnatal para estar en casa durante más meses, no sentí la necesidad de adelantar sus procesos, por lo que una vez probé dándole manzana cocida para ver su reacción, y como no le interesó, decidí volver a intentarlo a los seis meses, tal como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En el control siguiente, el pediatra me preguntó cómo íbamos con las frutas, a lo que le respondí que estaba esperando que estuviera más preparado. Él respetó mi opción, pero me indicó que ahora con seis meses debíamos iniciar la alimentación complementaria en reemplazo de una toma de leche materna. Las dos primeras semanas incluyendo comida a la hora de almuerzo y las dos semanas siguientes haciendo lo mismo con la cena. No me fui muy convencida, eso significaba que en un mes reduciría la toma de leche materna drásticamente porque la indicación fue, "sino quiere comer que no coma, pero no le des leche". Mi primer temor fue ¿Mi hijo pasará hambre?

Poco convencida intenté darle comida al almuerzo. ¿El resultado? ¡Un DESASTRE! Mi hijo odiaba comer. No le gustaba nada. Probé diferentes sabores, texturas, colores y nada. Le bailé, canté y supliqué. También lloré. Lloré mucho. Recurrí al celular para intentar "hipnotizarlo" con los dibujos, colores y música, pero no había caso, él no quería comer NADA. Me sentí frustrada. Aterrada. Sentí que era la peor mamá del mundo al no lograr que mi hijo abriera la boca. Tuve miedo a que tuviera problemas de salud al no estar recibiendo comida. Pensé que podía estar pasando hambre. Me sentí culpable. Me sentí desesperada. Lo estaba pasando pésimo.

La hora del almuerzo se había transformado en mi miedo más grande, la peor hora del día. Hasta que entendí que probablemente no solo yo lo estaba pasando mal, seguro que mi hijo lo estaba pasando peor. Comencé a observarlo y me di cuenta que no sólo no le interesaba comer, sino que tampoco sabía cómo. No abría la boca y cuando lograba por magia que lo hiciera, no sabía qué hacer con la comida y la escupía. Entendí que todo estaba mal, definitivamente él no estaba preparado para comer. Decidí investigar y hacerle caso a mi instinto.

Y encontré respuestas. Si bien la recomendación es que los niños comiencen su alimentación complementaria a los seis meses, no es ese día que por arte de magia deberán hacerlo. También existen otros requisitos que deben cumplir (todos avalados por la Asociación Española de Pediatría (AEPED) y la Asociación Americana de Pedriatía (AAP): debe mantenerse sentado solo (lo que indica que el grado de madurez muscular a nivel digestivo es suficiente); no tiene el reflejo de extursión (mecanismo de seguridad que tienen los bebes para protegerse del atragantamiento expulsando cualquier objeto que tengan en su boca); muestra interés por otros alimentos (mueve las manos, abre la boca, se balancea, mueve la cabeza, etc.).

Mi hijo no cumplía con ninguno de esos requisitos. Es decir, definitivamente no estaba preparado para comer. Decidí no forzar más la situación y, como aún amamantaba, estaba segura que esperar un tiempo más no haría la diferencia en cuándo a su nivel nutricional porque, tal como lo dice el nombre, es "alimentación complementaria", pero a esa edad aún su principal alimento debe ser la leche materna. Además, debía aprovechar la tremenda oportunidad de estar en casa con él y poder respetar sus tiempos, sin forzarlo a nada.

Con el pasar del tiempo y tras haber olvidado esas semanas traumáticas, decidí intentarlo otra vez, pero sin presiones. Y decidí confiar en mi instinto y en mi hijo. Seguro que si él tendría hambre lo demostraría, al igual que si estuviera satisfecho sería capaz de expresarlo de algún modo. Y así todo se calmó y la paz volvió a nuestras vidas. Poco a poco él se mostró interesado en comer e hicimos de esos momentos algo entretenido y lúdico, lleno de juegos, canciones, libros y regaloneos. La hora de comida se transformó en una oportunidad de desarrollo, aprendizaje y crecimiento. Nunca más hubo presiones. Algunos días comía bien, otros muy poco. Pero me propuse mantener la calma. La hora de la comida debía ser un momento feliz y no una tortura. Y así avanzamos, lento, pero seguro. Actualmente mi hijo es un devorador. Come todo y de todo. Y yo aprendí a respetar sus tiempos, a no adelantar procesos. A no desesperar. A mantener la calma. A no mirar para el lado. Pero sobre todo, a confiar en mí. En mi instinto maternal.

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