#AhoraSoyMamá: ¿Se puede mantener la lactancia materna cuando volvemos al trabajo?

Por Gabriela Ulloa @ahora.soy.mama | Martes, 26 de Septiembre de 2017
#AhoraSoyMamá: ¿Se puede mantener la lactancia materna cuando volvemos al trabajo?

Y volví al trabajo. Adaptarse a la jornada, después de casi un año fuera, fue realmente un desafío. Más aún cuando estaba ahí físicamente, pero mi mente en otro lado. Extrañaba mucho a mi hijo que a esas alturas ya iba a sala cuna. Mi día era una locura, corría de un lado a otro. No paraba ni un segundo. Como decidí continuar con la lactancia materna el desafío era aún más grande. Tuve que comprar recipientes para la leche y un cooler para el traslado. Además del saca leche que ya lo tenía hace un par de meses.

Mi jornada se veía interrumpida diariamente cada tres horas para extraerme leche, por un lado para poder dejarle al día siguiente a mi hijo en la sala cuna y por otro para no bajar la producción. Y como a muchas nos pasa al volver al trabajo, lo hacemos no en el lugar más cómodo. Lamentablemente, la gran parte de las empresas no tiene un lugar donde las madres puedan extraerse leche de forma tranquila y privada, no quedando más opción que hacerlo en el baño. Como lo encontraba poco higiénico e indigno, es que me decidí por hacerlo en una mini bodega. No era la maravilla, pero al menos me sentía más tranquila. Ahí sentaba en el suelo, a media luz y casi siempre comiendo chocolate, extraía la leche para las tomas del día siguiente. Me sentía presionada por lograr la cantidad necesaria y eso a veces hacía que la producción disminuyera y me sintiera frustrada. Pero la mayor parte del tiempo lo lograba. Aunque perdía más tiempo en ello y el trabajo se acumulaba.

A la hora de almuerzo corría a la sala cuna a buscar a mi hijo, lo llevaba donde mi mamá, ahí lo amamantaba, le daba un par de besos y volvía corriendo al trabajo. Correos, informes, llamados telefónicos y volver a sacarme leche. Las horas parecían minutos. Y los minutos segundos. Milisegundos. No me daba cuenta cuando ya era hora el término de mi jornada laboral y momento de volver a casa a amamantar a mi pequeño. Era tanto lo que corría que muchas veces tuve que devolverme a la oficina a buscar el cooler con la leche que me había extraído. ¡Ese leche era sagrada!

Llegaba a buscar a mi hijo donde mi mamá, lo alimentaba y nos íbamos a nuestra casa. Ahí el celular no dejaba de sonar por razones laborales y el mail se llenaba de correos con cosas pendientes que no había alcanzado a hacer ese día. Me sentía inútil y poco productiva, pero estaba haciendo mi mejor esfuerzo. Pronto llegaba la noche, mi hijo se dormía, no sin antes ser amamantado. Luego debía ordenar todo lo necesario para el día siguiente, luchar por última vez en el día con el saca leche para completar la ración necesaria para alimentar a mi hijo durante mi ausencia y acostarme lo antes posible para alcanzar a dormir al menos dos o tres horas seguidas antes de que despertara a tomar leche otra vez. Lo que ocurría al menos tres o cuatro veces durante la noche.

Estaba reventada. Corría todo el día, dormía pésimo y me alimentaba peor. Nada de lo que estaba pasando era lo que yo quería. Por un lado sentía que no podía hacer bien mi trabajo, me faltaban horas del día y concentración. Pero sobre todo ganas. Por otro lado, extrañaba demasiado a mi hijo. Era infeliz cada vez que debía dejarlo. Además, estaba agotada física y mentalmente.

Me cuestioné la lactancia una y mil veces. Quizás si le daba relleno podría dormir un par de horas más en la noche, no perdería tiempo en el trabajo con el extractor y no tendría que correr a amamantar durante la hora de almuerzo. Nada de eso me haría peor madre. Pero siempre decidía seguir. No estaba dispuesta a ceder una decisión tan personal como lo es la lactancia, sólo por el hecho de vivir en tiempos modernos que obligan a las madres a dejar a sus hijos aún pequeños por necesidades económicas. El sistema no me obligaría a hacer algo que yo no quería. La lactancia continuaría para nosotros hasta que fuera posible. O hasta que nosotros (mi hijo y yo) así decidiéramos.

Es triste ver como la sociedad exige tantas cosas a las madres, pero pocas veces ayuda a que los procesos sean más fáciles o llevaderos. Ya decía en una columna anterior que el Estado promueve (según indicaciones internacionales, como por ejemplo la Organización Mundial de la Salud) dar lactancia materna hasta por lo menos los dos años del hijo, pero sus políticas públicas no están alineadas con ello. Es cierto, actualmente las madres trabajadoras tenemos un postnatal más empático que hasta hace unos años atrás con casi seis meses de "descanso". También nos ampara una ley que nos otorga derecho de alimentación hasta los dos años de nuestros hijos (independiente si se le da leche materna, fórmula u otro sustituto) que considera una hora más traslados durante la jornada laboral. Pero no es suficiente. Las jornadas laborales son muy extensas y la presión es demasiado alta. Tanto así que muchas madres finalmente ceden y dejan de amamantar a sus hijos. Otras sucumben ante angustia y pena de dejarlos tantas horas al cuidado de otros, que terminan renunciando a sus trabajos desestabilizando la economía de su hogar y/o sintiéndose postergadas laboralmente.

No es justo. Las mamás deberíamos poder decidir qué hacer y cuándo hacerlo de acuerdo a nuestras creencias, sentimientos, estilos de vida, etc., pero de ningún modo obligadas por un sistema que no solo no respeta la maternidad, sino más bien la castiga.

Mientras tanto, solo nos queda seguir adelante, por nosotras y por nuestros hijos. Con esfuerzo siempre se puede, ¡Porque las mamás siempre podemos!

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