[COLUMNA] Josefa Solar: Hijos, trabajo y sentirse en falta

Por Josefa Solar L. www.solarnielsen.cl | Viernes, 16 de Septiembre de 2016
[COLUMNA] Josefa Solar: Hijos, trabajo y sentirse en falta

Si hay un sentimiento predominante en mi, desde que volví a trabajar después de tener a mi hija, es la sensación de vivir permanentemente en falta.

Cuando formé mi empresa, lo que más me motivaba era la idea de trabajar para mi misma y tener tiempo para “la vida”, que es todo aquello que ocurre cuando la pega se termina.

Atravesaba un fascinante momento laboral y personal cuando me quedé embarazada. Estábamos diseñando “nuestra” forma de hacer las cosas y conociendo los atributos diferenciadores de nuestra empresa en un país repleto de agencias de comunicaciones. El embarazo pasó volando, me sentí feliz y enérgica todo el tiempo. Me sentía tan bien y estaba tan contenta que hasta pospuse dos semanas mi salida de prenatal.

Por entonces miraba con recelo a las mujeres que se habían quedado en casa para criar. Mientras más realizada me sentía por lo que lograba en el plano laboral, más mal miraba la decisión de tantas mujeres de postergarse. No entendía que casi todas las mujeres que me rodeaban no trabajaran, y si lo hacían, fuera apenas medio día. ¿Dónde quedó la ambición? Pensaba yo, y claro, ahora lo veo todo más claro. Lo de la maternidad es de esas cosas que no se dimensiona hasta que se vive.

Entonces nació mi hija y me cambió la vida. Me enamoré, me involucré, me perdí en ella y todo lo que vino con ella. Su boquita, su mirada y su carácter, la forma en la que se fue dando todo, las noches sin dormir, darle papa. En todo me involucré profundamente y conocí una dimensión de mi que no conocía. La "pega" era importante, pero estaba a otro nivel de importancia. Y claro, me había convertido en mamá.

Los meses venideros fueron de conocimiento mutuo, de experiencias de todo tipo, algunas más fáciles que otras, pero de enamoramiento profundo y complejo. De a poco, por ser dueña y no empleada, me empecé a re conectar con el trabajo, acompañando a mi socia a reuniones importantes, trabajando algunos documentos en la noche, tratando de incorporar de a poco que la vida ahora se iba a tratar de esto: tratar de hacerlo todo de la mejor forma posible en un mundo que te lleva a fallar.

Así pasaron 6 meses y volví a la oficina. Con mi socia llegamos a un buen acuerdo que me permitió trabajar algunas horas en la oficina y otras de forma “remota”, conectada al celular. Sí, soy infinitamente afortunada.

Hoy, a más de un año de mi regreso sólo pienso: ¡qué difícil se nos hace todo! y si es difícil para mi que tengo “todo a mi favor”, ¿cómo será para quienes deben cumplir horario estricto en una oficina ajena? Qué importante es ocupar un lugar estructural en la crianza de los hijos, pero qué difícil es hacerlo cuando, al mismo tiempo, debes construir tu futuro laboral en un presente repleto de oportunidades que no puedes dejar pasar. Más aún cuando tus decisiones repercuten en otros.

Yo escogí una carrera que me fascina, y soy feliz en mi trabajo, pero en una sociedad en la que, si trabajas lo debes hacer en horario laboral (por lo tanto no se ven bien las condiciones del tipo “reuniones en la mañana, por favor”), o bien no lo haces, las mujeres nos vemos envueltas en un dilema terrible, y es que siempre estamos en falta.

Si no te quedaste en la casa, por la razón que sea, pero igualmente quieres ocupar un lugar determinante en la vida de tus hijos, entonces “la falta” la paga el empleador (mi socia en mi caso). Si tu sentido del deber es supremo, entonces haces la pérdida y el costo lo pagará tu hijo/a. ¿No sería más sensato que asumiéramos la crianza como una tarea compartida? ¿Que todos decidiéramos ponerle fin al trabajo a una hora razonable? Suena bien, en el papel. En la práctica, siempre hay más pega pendiente que el tiempo para terminarla, y me veo en la necesidad de hacer el ejercicio perverso: quién paga el pato hoy.

Mientras el sistema y la sociedad evoluciona lentamente, seguiremos siendo nosotras las que haremos malabares para no sentirnos en falta. Estoy segura que no soy la única mujer que no quiere ser “Súper Mujer” sino que sólo quiere criar a sus hijos de la mejor forma posible, mientras al mismo tiempo intenta desarrollarse en lo profesional e intelectual, sin dejar de lado la vida matrimonial, el tan necesario tiempo con las amigas, la casa (un cliente en sí mismo), y obvio, el resto de la familia que es una pieza del puzzle crucial en esta lógica de la mamá trabajadora. 

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