[#ReseñaM360] 'Sép7imo Día en Chile': Un triángulo de rock, color y nostalgia

Por Macarena Carrasco @maca_carrasco | Jueves, 20 de Julio de 2017

"Lo primero que dijo el cirque cuando planteamos esta idea es que más que un homenaje, este show era una celebración. Una celebración a la historia de Soda Stereo". Así Charly Alberti describía en entrevista exclusiva previo al show con M360, lo que significaba para él y Zeta Bosio, además de todos los demás involucrados, lo que íbamos a vivir esa noche. Claro y enfático: Esta velada no era para hablar sobre el fin de una era, ni de una banda, sino para celebrarla.

Y así fue como anoche, pasadas las 21:00 horas, en el Movistar Arena comenzaban a escucharse los primeros acordes y voces de lo que sería esta fiesta de Soda, este reencuentro del público con la banda que para algunos marcó sus inicios en la música rock, para otros la banda con la que crecieron, la banda que conocieron posteriormente por sus padres o en las radios, pero fuera cual fuera la razón, la banda que había tocado una fibra que los hacía querer estar ahí presentes, expectantes, con entradas compradas hace ya varios meses.

Las luces se encendieron y quedamos inmersos todos dentro de este triángulo. El mismo que formaban 'Gus', 'Zeta' y 'Charly' en el escenario siempre, no importa cuántos músicos estuvieran involucrados, el triángulo que prometía transportarnos a un show cargado de colores, de nostalgia, emoción, en una mezcla de lo que también es el sello del Cirque Du Soleil: acrobacias increíbles, una narración, una historia, un viaje en el que te transportas a un mundo imaginario en todo lo que dura el espectáculo.


Me verás volver


Previo al show, tanto Charly como Zeta destacaban lo fundamental que era que el público fuera parte del espectáculo en una especie de "cancha" habilitada alrededor del escenario principal, donde se podía producir el mismo contacto fanático-artista, que permitía un concierto de Soda Stereo.


"A pesar de ser un homenaje para nosotros, para Gustavo, también lo es para ustedes como público, porque la historia de Soda es Soda y su público (...) lo que pasaba entre ambas partes", explicaba Charly previamente.

Es así como desde el primer segundo en que se comienza a desarrollar los distintos momentos de este espectáculo, los acróbatas interactúan con el público y entre el público. Marcados de coloridos atuendos, con claras influencias de lo que fueron las distintas épocas de la banda, van sorprendiendo con un espectáculo que a diferencia de otros Cirque Du Solei mantiene una dinámica rápida, continúa, de canción tras canción, sin intermedios, como si fuera un concierto con un setlist de 21 canciones que se corean una tras otra.


El show logra una alta cuota de nostalgia en varios puntos, mezclando las acrobacias circenses con imágenes antiguas de la banda, e incluso con reacciones en vivo del público. El uso de la tecnología en la puesta en escena y performance toma un protagonismo clave, quizás incluso aún más que la que logran los artistas, y estrategias como la que se utiliza en 'Té para tres', logran momentos íntimos y emocionantes.


Se destaca la idea de utilizar nuevas técnicas que no solo involucren destrezas físicias, sino que también otras más artísticas, las sombras de estos tres compañeros de música proyectadas caminando, la voz de Cerati resonando al nivel de que los pelos se erizan, y por supuesto, el intento de coherencia y emotividad que se busca lograr con cada canción, evocando un recuerdo a todo aquel que la escucha, que te transporta de nuevo a ese momento en que la escuchaste y tu vida no fue igual.


Cuando pase el temblor


Como todo buen show, hay un lado bueno y uno no tan bueno. Si bien es cierto que este espectáculo está planteado totalmente para gente que esté familiarizada con la obra de Soda y vibre con cada canción u acorde, hubo algunos "peros" en esta historia.

Primero, un pequeño problema de audio que fue rápidamente solucionado, y que incluso muchos asistentes consideraron como parte del show. Lo que así no justifica que en algunos puntos, le faltaba potencia al audio, y esta idea de concierto de rock que mueve masas a decibeles histriónicos se perdía a ratos.


Lo segundo, para quienes hayan visto previamente un espectáculo del Cirque Du Soleil, sabrán que estos shows siempre se realizan en carpas o escenarios más íntimos. En este caso -aunque el uso del espacio del Movistar Arena se intenta utilizar de la mejor forma posible-, se pierde un poco la intimidad y conexión para el que no está en una ubicación donde el show se pueda apreciar en totalidad o al menos a una altura más o menos pareja.

Por último, y muy en lo personal, faltó historia. Y es verdad, estábamos ahí repasando hit tras hit de esta banda tan importante e icónica para la música latinoamericana, pero no había un hilo conductor entre una performance y otra. Y si es que lo había, se perdía, se desenchufaba entre acto y acto. Todos queríamos trasladarnos a la vida de estos tres músicos, todos queríamos desatar nuestra euforia cantando y saltar como si fuera el último concierto, no descansar jamás. Queríamos estar en la "Ciudad de la Furia", y a ratos lo lográbamos, pero la falta de una banda en vivo visible que diera atmósfera de concierto de rock o de alguien que hiciera de maestro de ceremonias de forma clara guiándonos en este "recital", se sintió, y mucho.


Aun así, el show tiene peaks de emoción que llevan a las lágrimas y performances que sacarán más de un grito de asombro. Y si eres fan de Soda Stereo, es probable que te emociones de todas maneras por una sencilla fórmula: La esencia y la magia de un Cirque du Solei sigue viva, tratando de mezclarse en este concierto masivo e íntimo a la vez y aunque a ratos pareciera que les cuesta cohesionar, el viaje al pasado en el que nos llevan es único, y un lujo de ver para cualquiera.

Es así como quizás no como espectáculo circense, pero como celebración, 'Sép7imo Día, No Descansaré', cumple su fin de ser una celebración donde cantarás, bailarás, te llenarás de colores, te emocionarás, llorarás, recordarás, y más. Y si esta tiene que ser la última fiesta, que no quede duda que se hizo y en grande. No queda nada más que decir: Gracias, totales.

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