[COLUMNA] Karen Uribarri: Ser dos, ¿implica dejar de ser una?

Por Karen Uribarri @KarenUribarri | Miércoles, 25 de Octubre de 2017
[COLUMNA] Karen Uribarri: Ser dos, ¿implica dejar de ser una?

Lo veo tan seguido...

Quedamos de juntarnos los amigos del colegio y una de ellas dijo que iría con su pololo. ¿Para qué? ¿No puede andar sola? Dijo que llevaba poco tiempo y que por eso no cortaba el cordón umbilical. Excusas.

Y no es cosa de pololeos de quince o de veinte, sino de adultos bien grandotes, que una vez que encuentran pareja dejan de ver a las amigas a solas y, para peor, dejan sus propios intereses de lado.

Yo fui una de ellas y lamento no haber hablado antes. Habría ganado harto tiempo.

Soy una amante del baile y creo que esa es una de las pocas actividades que considero mi hobby. Cuando soltera iba a bailar dos a tres veces por semana y lo pasaba increíble. Adoro la música y me aprendo todos los bailes de moda. Sin embargo, me casé con un hombre que detesta bailar y que si bien hace un esfuerzo en los matrimonios a los que vamos, este no alcanza a ser tres o cuatro canciones para no entrar en conflicto y hacerme feliz. Pero eso, para mí, no es suficiente.

Llevo casada muchos años y no volví a salir a bailar con mis amigas. ¿Para qué, dirán los hombres? Para divertirme bailando simplemente. Porque ir a bailar no es sinónimo de ir a 'ligar', ni 'coquetear' ni menos es lo mismo que ser infiel.

Lo mismo me pasó con apartar espacios para mis intereses o hobbies. Entonces yo lo acompañaba a él en los suyos, pero cuando terminaba el fin de semana ya no había tiempo para los míos. Lo cierto es que él ni se enteró, hasta que un día (hace ya hartos años, menos mal), lo hable desde mi vivencia y sensación, y no culpándolo a él de haberme olvidado en el camino. Y dejé esa culpabilidad que me daba hacer cosas para mí, solo para mí, en 'tiempo familiar'. Y comencé a pintar, por ejemplo.

Siento que dentro del matrimonio –y también en algunos pololeos- se tiende inconscientemente a pensar que el otro nos pertenece, así como nos pertenecían los juguetes cuando niños o lo material en la adultez. Y si bien no es un acto racional, hacemos sentir al otro que es nuestro, que somos quienes dirigimos sus vidas y que finalmente, el consenso al que se debe llegar en ciertos temas, son sutilmente impuestos para evitar así problemas.

Yo, por ejemplo, estoy casi segura de que mi marido tiene tan pocos happy hours con sus amigos porque le pesa la conciencia dejarnos solos un día en la noche con los niños y preferir en esa instancia a los amigos. Si bien brujeé muchos años, hace hartos también que dejé de hacerlo y hasta lo impulso a que salga. Sin embargo, no lo hace.

Pero, ¿está bien eso? ¿Está bien convertirse en pareja y dejar de ser individuo?

Creo que el éxito de una relación tiene que ver, entre otras tantas cosas, en el respeto del individualismo y en la confianza. La comunicación abierta, franca y honesta es clave en este último punto. Así como también la empatía en lo que quiere el otro o en cómo procede.

De verdad estoy convencida que es posible ser flexible y ceder de buena forma, sin hacer sentir al otro que a través de la felicidad de uno, se afecta la de la pareja o la tranquilidad de esta. Nada es blanco o negro, y conversando y exponiendo con la verdad los puntos de vista, todo se puede solucionar.

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