[COLUMNA] Andrea Larrabe: El momento en que decidí cambiar mi vida

Por Andrea Larrabe @andrealarrabe | Lunes, 10 de Abril de 2017
[COLUMNA] Andrea Larrabe: El momento en que decidí cambiar mi vida

Supongo que eso de vivir envenenada con una continua angustia empezó antes de que me diera cuenta. Quizás fue en el metro. Sí, ahora que lo pienso fue definitivamente en el metro. Una tarde después del trabajo, aplastada entre desconocidos en el vagón, de pronto me inundó una sensación de claustrofobia que me dejó sin aliento. Estaba bajo tierra, rodeada de cientos de personas pegadas las unas a las otras, incapaz de moverme, cuando pensé qué pasaría si -por alguna razón- el tren dejara de funcionar. O hubiese un terremoto. O un maremoto. O se acabara el mundo. En esos momentos de angustia es imposible pensar con lógica.

Un miedo tan intuitivo y descontrolado que me mareé, comencé a transpirar helado, se me llenaron los ojos de lágrimas y sentí cómo el cuerpo entró en modo de supervivencia. "Necesito salir de aquí". No era una petición. No era un tema de comodidad. Era la diferencia entre vivir y morir. Haciendo uso de toda mi fuerza, sin importar a quién le pegara, pisara, lo que fuera, me hice camino en la siguiente estación y, apenas logré salir, estallé en lágrimas.

Creo que es tan curioso cómo el cuerpo siempre nos indica cuando algo va mal en nuestras vidas. ¿Pero qué hacemos nosotros? Tratamos de callarlo. Le metemos pastillas intentando que -mágicamente- cambie de opinión y deje de molestarnos. Pero no podemos callar lo que surge de adentro. Existe una fuerza poderosa en nuestro interior que siempre sabe lo que es mejor para nosotros, y nos advierte cuándo vamos por el camino equivocado. Desde la lógica, era imposible que yo me encontrara en el camino equivocado. Tenía gran parte de lo que me habían dicho que uno necesitaba para ser feliz: una relación amorosa, un muy buen sueldo, un trabajo reconocido, un título universitario, independencia, y todo con solo 24 años.

No solo lo había hecho "bien", sino que lo había hecho "antes". Pero resulta que me mintieron. Me engañaron descaradamente, porque había chequeado hartas cosas de la lista y nunca antes me había sentido tan infeliz. Es difícil de explicar, pero creo que lo más que puedo acercarme a eso es decir que me había perdido a mí misma. Me apagué. Estaba funcionando en piloto automático. Y mi cuerpo, que lloraba con angustia todos los domingos con solo pensar en volver a la oficina, me rogaba que recordara quién era.

¿Pero quién era yo sin el camino del éxito y la felicidad que me habían ofrecido y que yo tan ciegamente compré? ¿Cómo podía empezar de nuevo? Porque esto no se trataba de solo un cambio de trabajo. Se trataba de un cambio en mi persona. De recordar y descubrir quién era yo y qué realmente quería sin lo que el mundo externo me impusiera.

Así que renuncié. Al día siguiente, tomé un vuelo que me llevó a Ecuador a instruirme en un curso que sabía que me inspiraría. Y empecé de nuevo.

Y eso es lo que me gustaría compartir contigo en esta columna semanal. El viaje loco, depresivo, intenso y maravilloso que me ha llevado a reconectarme conmigo y encontrar mi felicidad. Contarte sobre los consejos que aprendí en ese curso que cambiaron mi vida y -quizás- también pueda hacer la tuya más dulce, más disfrutada y más feliz. Porque si no somos nosotras mismas quienes tomamos las riendas de nuestra felicidad, nadie más lo hará.

¿Te animas? ¡Hasta la próxima!

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