#AhoraSoyMamá: La lucha entre la violencia obstetra y los partos respetados

Por Gabriela Ulloa @ahora.soy.mama | Miércoles, 10 de Enero de 2018
#AhoraSoyMamá: La lucha entre la violencia obstetra y los partos respetados

En agosto del año pasado una joven del norte de Chile vivió uno de los momentos más duros de su vida. Con 40 semanas de gestación, la negligencia médica y la falta de empatía culminaron en que su hija falleciera en su vientre por sufrimiento fetal, tras ser ignorada y maltratada en varias ocasiones por el equipo médico quien no creyó en sus intensos dolores. Fue tan terrible el caso que a raíz de él se generó un proyecto de ley de Parto Respetado en Chile, impulsado actualmente bajo el nombre "Ley Trinidad", recordando a la menor fallecida antes de nacer.

Lo peor de todo esto es que si uno empieza a indagar y conversar con madres que han dado a luz, podemos darnos cuenta  de que la inmensa mayoría ha sufrido -al menos- algún tipo de maltrato durante el parto. Y en muchos casos, las madres no saben que fueron víctimas de violencia obstétrica hasta que leen al respecto. Entre las prácticas más comunes se encuentran el suministro de medicamentos sin consentimiento, malos tratos de parte del personal médico en las salas de parto, cesáreas sin justificación médica, procedimientos de episiotomía (incisión que se practica en el periné de la mujer) como una rutina, tactos reiterados para romper membranas y acelerar el trabajo de parto sin respetar los tiempos necesarios biológicamente, entre otros.

Mi caso no tiene comparación a lo ocurrido con la joven en Iquique, sin embargo también fui víctima de este tipo de maltratos. Y no es que mi primer parto haya sido la experiencia más traumática de mi vida. De hecho estoy a pocos meses de vivir uno nuevo por lo que efectivamente no quedé traumada con la idea de dar a luz. Sin embargo, no fue lo que yo soñé. Y no por razones médicas que hubieran cambiado las circunstancias para proteger a mi hijo o a mí, fue simplemente por negligencia del equipo médico, por falta de información de nuestra parte, por ser primerizos y no entender bien qué pasaba y no hacer respetar nuestras decisiones.

Tuve a mi hijo en una clínica privada de Santiago. Estaba feliz por la sala integral, porque todo andaba bien para vivir un parto normal, porque confiaba en mi ginecólogo, aunque no mucho en la matrona. Y ese fue un grave error. Comencé con contracciones a las 8 de la mañana de un día sábado, de inmediato las identifiqué por su fuerza, duración e intermitencia. Por instinto. Aunque, éramos primerizos, nos tomamos las cosas con calma, le tenía mucho miedo ir a la clínica y que me mandaran de regreso. No estaba preparada para sentir esa enorme frustración, por lo que decidí "aguantar" en casa.

Alrededor de las 15 hrs. ya empezaba a sentir mucho dolor, por lo que llamé a la matrona para comentarle lo que estaba ocurriendo. Ella, de forma muy despectiva y burlesca, me dijo "No tienes voz de parto. Estás confundida o exagerando. Quédate en la casa que tu hijo no va a nacer hoy". Recuerdo que sus palabras me atormentaron, me hicieron enojar, llorar y lo peor, desconfiar de mi misma y de mi cuerpo. Decidimos salir a caminar, los ejercicios en la pelota de pilates, las duchas con agua fría y las películas de humor ya no lograban distraer y contener el fuerte dolor que estaba sintiendo cada tres minutos. Llevaba seis horas en trabajo de parto, pero según la matrona todo estaba en mi mente. ¿A quién creerle, al cuerpo e ilusión de una primeriza o a una matrona con años de experiencia?

Alrededor de las 21 horas no aguanté más y decidimos irnos a la clínica con las maletas listas. Esa vez no le avisé a la matrona. A un día de cumplir 40 semanas de embarazo me hicieron ingresar de inmediato a urgencias, sin trámites, sin preguntas, sin cuestionamientos. Allí me empezaron a monitorear, pero dijeron que debían llamar a mi matrona para que ella diera las instrucciones porque, a pesar de las contracciones y de tener el cuello del útero borrado, aún faltaban varios centímetros de dilatación para pensar en el nacimiento. La matrona indicó telefónicamente que me devolvieran a la casa. Me levanté y fui al baño totalmente angustiada, frustrada, desorientada y recuerdo haber pensado "esto es una locura, yo sé que mi hijo va a nacer, no me voy a ir a ningún lado". Acto seguido, rompí bolsa. El nacimiento era inminente. Me ingresaron de inmediato a la sala de parto integral.

Ahora que todo se estaba haciendo realidad los dolores fueron creciendo. Creo que todo lo que contuve durante el día explotó y me permití gritar y retorcerme del dolor, hasta que no aguanté más y pedí un poco de epidural. Llevaba demasiadas horas en esto y estaba realmente agotada. Fue ahí cuando comenzó el problema. La matrona llegó con cara larga porque seguro le arruiné el panorama del sábado en la noche. Nunca tuvo una palabra amable. Incluso dijo "vamos a apurar esto porque me da lata esperar tanto rato". Yo decidí no escucharla más y que no me importaran sus malos tratos, ni frases desafortunadas. Nada arruinaría mi momento.

Exigí que no me pusieran ni una dosis de oxitocina (inyección de hormonas para estimular las contracciones y acelerar el parto), ni misopotrol (supositorio vaginal para la maduración del cuello uterino e inducción del parto), ni nada de nada. La dosis de epidural bastaba. El resto que sucediera solo. Pero no fue así. No recuerdo en qué momento esto se fue de las manos. No sé cómo llegamos a que me pusieran dos dosis más de epidural (sin mi consentimiento, ni el de mi marido que a ratos lo hacían salir de la sala). Solo recuerdo a la matrona diciendo "no estoy para escuchar a nadie gritando de dolor, no somos animales". No me dejaban moverme, estaba obligada a estar acostada e incómoda, vomité, me desmayé, me pusieron oxígeno, sufrí constantes tactos donde escuchaba a lo lejos que la matrona le decía a otra persona que estaba rompiendo membradas para acelerar el proceso. Yo no tenía control de mi cuerpo, estaba confundida, adormecida, totalmente superada. No fui capaz de gritarle que me dejara en paz.

Alrededor de la 01 de la madrugada del día domingo llegó el doctor y me dijo que estábamos listos para empezar a pujar, pero yo estaba tan, tan adormecida y con tanta epidural que no lograba pujar. El doctor comenzó a gritar que si no pujaba me iban a hacer cesárea de urgencia porque mi hijo estaba en peligro, la matrona gritaba que hiciera mi trabajo, que no estaba ayudando en nada. Me sentía inútil, devastada. Finalmente la matrona comenzó a apretarme la guata con muchísima fuerza y a empujar a mi hijo para que naciera, el doctor hizo una episotomía y yo ya no aguantaba tanto maltrato. No sé de dónde salieron las fuerzas y en un pujo, que hizo me desvaneciera, nació mi hijo, pero yo no me di cuenta de nada hasta que lo pusieron en mi pecho. Solo podía agradecer que al fin estaba conmigo, sano y salvo. Que todo ese sufrimiento había por fin terminado.

Lloré muchas veces, en compañía y en silencio. No lograba borrar algunas imágenes y palabras desafortunadas del equipo médico. Arruinaron mi parto. Destruyeron mi confianza. Y durante algunos meses anularon mi sueño de volver a ser madre. Yo no quería volver a pasar por algo así.

A casi dos años de esa situación me apronto a vivir mi segundo parto. Esta vez como una mujer empoderada, totalmente consiente de lo que quiere y lo que no quiere para ese momento. No lo enfrento con miedo, ni angustia. Al contrario, lo enfrento con mucha decisión, fuerza y ganas. Me siento segura de mi misma, de mi cuerpo, de mi naturaleza. Confiada del nuevo equipo médico y del lugar elegido. Lejos de haber quedado traumada, la experiencia vivida me llenó de aprendizajes, de coraje. Hoy sé que el parto es mío y nadie me lo va a quitar.

Y es que hay esperanza. Actualmente, en Chile además del proyecto de la "Ley Trinidad" se están haciendo cosas para salir de esta horrible tendencia. Por un lado, clínicas privadas se encuentran implementando salas integrales para partos respetuoso, con infraestructura y equipos médicos especialmente dedicados a ello. Por otro lado, existe un proyecto para transitar hacia un modelo de parto personalizado en el sistema público que cuenta con el apoyo del Sistema de Protección Integral a la Infancia Chile Crece Contigo, donde ya varios hospitales lo han implementado.

Yo no estoy en contra de la cesárea o los medicamentos, yo estoy en contra de hacer las cosas de forma rutinaria o sin la voluntad de la madre. Estoy en contra de las cesáreas injustificadas y procedimientos invasivos que no respetan ni a la mujer ni al hijo que está por nacer. Estoy en contra de quienes creen que tienen el derecho de "robarnos" el parto para poder hacer las cosas más rápido, porque tienen su agenda copada o simplemente porque no tienen ganas ni vocación de apoyar a una mujer durante horas a dar a luz de forma espontánea.

Estoy a favor de la naturaleza y de la confianza en nuestro cuerpo. Del instinto y el ser mamíferas. De madres felices y plenas, capaces de decidir lo que quieren y cómo lo quieren. Estoy a favor de que se nos respete y se nos dé un trato digno a todas, porque traer vida al mundo debería ser lejos el momento más feliz de nuestras vidas y nadie tiene el derecho de arruinarlo ¡Así es que mujeres vamos por más, que el parto es nuestro! 

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