#Columna M360 Caso Farmasi: Influencers y famosas en la mira

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Equipo M360
Autor:M360

El caso de los cosméticos turcos expuso un modelo de negocio cuestionable que ha puesto a famosos en el ojo público

El reciente "Escándalo de la Semana" destapado por "Primer Plano" sobre la marca de cosméticos turcos Farmasi ha dejado mucho más que titulares. Ha puesto sobre la mesa una discusión incómoda, pero crucial, sobre el rol de las influencers, la delgada línea entre oportunidad y engaño, y la responsabilidad que conlleva tener una voz masiva en la era digital. Lo que para algunas es una "misión" y un "tsunami de oportunidades", para otras podría ser un camino riesgoso y, en el peor de los casos, una decepción.


Cuando figuras como Lisandra Silva o Nicole Pérez, con cientos de miles, incluso millones de seguidores, promocionan un negocio, el impacto es innegable. Sus plataformas se convierten en vitrinas poderosas, capaces de movilizar a una audiencia que confía en sus recomendaciones. Farmasi, con su modelo de negocio que promete altos ingresos, premios y viajes –incluso sin necesidad de vender productos, sino más bien reclutando–, suena como el sueño de muchas emprendedoras. Pero aquí es donde la historia comienza a mostrar sus falencias.


El reportaje de Chilevisión que expuso el caso, fue contundente: un sistema que, según expertos, se asemeja peligrosamente a una estafa piramidal, donde la captación de nuevas "socias" parece ser el verdadero motor. La imagen de una vendedora que admite llevar 25 días en la compañía y ni siquiera haber probado los productos, pero que ya tendría ganancias, es, por decir lo menos, preocupante.


Luego vienen las banderas rojas más serias: la falta de certificación sanitaria del Instituto de Salud Pública (ISP) para los productos Farmasi en Chile. Hablamos de cosméticos, productos que van directamente sobre nuestra piel. Que Aduanas haya incautado más de 12 mil unidades no autorizadas, incluyendo una maleta con 84 kilos de mercancía ingresada ilegalmente desde Panamá, no es un detalle menor. La revelación de "manuales" para evadir controles fronterizos y la calificación de "burreras de la belleza" a quienes participan de este sistema, deja un panorama preocupante. 


Frente a este cúmulo de acusaciones, la respuesta de Lisandra Silva fue cargada de una emotividad que, si bien puede ser genuina desde su perspectiva, choca frontalmente con los hechos expuestos. Hablar de una "misión", de "inspirar, liderar y transformar vidas", de un "tsunami de oportunidades" y de que "el miedo no nos va a detener", suena poderoso. Pero, ¿qué pasa cuando esa "misión" podría, presuntamente, poner en riesgo la salud o el bolsillo de quienes confían en ti?


Aquí no se trata de demonizar el emprendimiento ni el marketing multinivel per se, que en sus formas legítimas puede ser una opción válida. Se trata de la responsabilidad inherente al ser una figura pública con capacidad de influencia.  ¿Se investigó a fondo la legalidad, la calidad, la estructura real de la empresa antes de poner el rostro y la credibilidad?


La "desinformación" que menciona Lisandra es un punto clave. Precisamente, un reportaje periodístico busca informar, entregar datos, contrastar versiones. Desestimarlo como un intento de "frenar una revolución con miedo" es simplificar un problema complejo que involucra normativas sanitarias, aduaneras y la protección al consumidor.


El caso Farmasi nos obliga, como audiencia y consumidores, a ser más críticos. A no dejarnos llevar sólo por el carisma o las promesas de éxito fácil. Y a las influencers, les plantea un desafío ético ineludible. Su poder es real, y con ese poder viene una responsabilidad que no puede ser tomada a la ligera. El brillo de las redes sociales no puede opacar la necesidad de transparencia, legalidad y, sobre todo, cuidado hacia quienes depositan su confianza en ellos.