Más estrella que actriz: el legado eterno de Brigitte Bardot
La actriz francesa marcó una época como símbolo cultural, incluso cuando su relación con el cine fue siempre ambivalente.
Brigitte Bardot fue, para Europa, lo que Marilyn Monroe representó para Estados Unidos: un símbolo absoluto de sensualidad, libertad y ruptura de moldes.
Sin embargo, a diferencia de la actriz norteamericana, Bardot vivió lo suficiente para transformarse, retirarse, contradecir su propia imagen y redefinir su lugar en el mundo cultural.
Su ascenso al estrellato estuvo ligado a Roger Vadim, director y pareja clave en sus inicios, con quien protagonizó Y Dios creó a la mujer, película que la convirtió en un fenómeno mundial.
Desde ahí, Bardot fue más un rostro, una actitud y un estilo que una actriz tradicional, incluso cuando compartió pantalla con figuras como Jean-Louis Trintignant o trabajó bajo la dirección de cineastas de culto.
A pesar de su enorme popularidad, nunca fue reconocida por la crítica como una gran intérprete. No ganó premios relevantes y su nombre quedó más asociado a la moda, los peinados, la provocación y la cultura pop que a personajes memorables.
Algo similar ocurrió con Marilyn, aunque en el caso de Bardot, su desinterés por el oficio actoral fue cada vez más evidente.
Lejos del cine, Brigitte Bardot encontró una causa que le dio sentido a su vida pública: la defensa de los animales. Convertida en activista, polémica y absolutamente independiente, terminó consolidándose como un ícono total, de esos que trascienden su obra. Porque Bardot fue, ante todo, una estrella en el sentido más puro de la palabra.